- Vegetalizando -






El paraíso se cubrió de una niebla estática que no moja pero que alimenta hasta las entrañas del menos hambriento.
Abres una puerta y estás en el desierto. La cierras y puedes bucear entre flores que crecen muertas en el suelo. O piñas que hacen árboles, llenos de escamas, reptando las paredes de los sueños.
Una vez las flores rosas nacieron en el cielo de cristal y decidieron bajar antes de morir.
Ahora crecen por todas partes.
Frenar el tiempo a todo color fue un acto heroico que no llegó a ningún sitio. Tratar de ser dios en el paraíso de otros es prácticamente imposible. Me enseñaron a respirar del revés al mismo tiempo que soltaban la pócima mágica del derecho. Me había convertido en planta. Aspiraba dióxido y espiraba oxigeno. Así, poco a poco, con los pies enterrados en una maceta que colgaba del cielo, empezaron a crecer las flores rosas al final de mi pelo. Corrían hacia una vida segura cerca de las raíces que vivían felices del derecho. Ahora todas tienen su espacio. Tan arriba como tan abajo. Tardé tres viajes de vuelta en entender que el sol jugaba al veo veo con las telarañas. Y tardé tres viajes de ida en entender que para frenar el tiempo debería aceptar que en el paraíso de cristal son ellas las que mandan y decidieron obviar el color.