Agosto


Bailar con la dulzura flotante del caballito de mar entre corales. No necesita pareja. 
Yo camino descalza entre la arena y el agua como un caballito de mar.

Noches de verano





Mirábamos sobre la arena las estrellas. Pasaron satélites y los compartimos con una sonrisa mientras sonaba de fondo el mar.

Quedaban estrellas y mares pendientes pero mientras compartiésemos vivencias y sonrisas no faltaba nada más. Lo demás ya llegará.

Y es que yo no necesito nada más para ser feliz a tu lado. Una cama, música y las estrellas en el techo.

Regresando







Vengo flotando, no volando. Ya me gustaría.

No sé ni qué llave abre cada puerta pero sé que puedo entrar y lo que veo dentro me resulta familiar pero desconocido.

Pasear por la aglomeración más esperada del año en Torrejón me da repelús. Ya no sabía lo que era andar y pararse a charlar o ver caras conocidas por todos lados. Conocí los capazos de oidas, porque me lo contaban los de allí. Solamente me dedicaba a pasar desapercibida.

Las tormentas no son lo mismo, ya no vale asomarse a la ventana y decir en alto que en cuanto descargue se van las nubes. El calor es agobiante y las calles no tienen la misma calma ni el mismo acento. No suena a acordeón.

Ya estoy en casa.