- Noches de verano -






Viven dónde ellas quieren.
Azul, verde o flores de colores.
Siempre libres.

Un día conocí un árbol o conocí un hada que vivía en un árbol.
Vinieron todas.
Jugamos a parar el tiempo y la oscuridad se volvió luz.
Al despedirnos me guiñó un ojo en forma de canto de ave.

En otra isla, donde el sol prefiere no marcharse cuando dormimos, abracé un árbol.
Y en medio de un frío ardiente danzaban y saludaban al verano al ritmo de los tambores.
Estaban allí.
Siempre libres.

Y vino él. Un duende verde con arpa y rizos. Mirada profunda y azul.
Contaba historias de cuervos,
de magia,
de hermanas que salen a bailar con las estrellas.
Venía de allí y marchaba hacia allá. Hacia el horizonte.
Siempre con paz.

Nos dejaron dormir con ellas.
Sin prejuicios.
Libres.
Con aceptación.
Con paz.
Siempre con paz.





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