- Desata-te -












Mis miedos se transformaron en dolor de muelas,dolor de garganta, de nudos en la cabeza, en el pecho y lágrimas. En monólogos a velocidades impensables con el temario repitiéndose una y otra vez.
Las lágrimas se convirtieron en aire, en hojas volando cerca de mi cara. En cigarros imposibles de encender y otoños impensables en Enero.
Dejé los miedos en Avenida de América y marché a gritarle al río Duero que no es más sueño eso que ocurre cuando duermo.

Tuve que volver a pasar por ese intercambiador varias veces más. Para mí es algo más que un infinito ir y venir de personas, son las puertas que cruzo sola cada vez que empiezo o termino algo. Es dejarlo todo ahí para seguir caminando.
Y allí dejé los miedos terrenales y recuperé los miedos gigantes esperando que hiciesen de flotador si el avión se quedaba sin alas a mitad de camino. Pero llegó entero y los gigantes me devoraron.

Por aquél entonces se me había olvidado que aquí las horas pasan hacia atrás, que el té no sabe a cabreos matutinos y que si los gigantes tienen mucho hambre lo único que tengo que hacer es llevarlos a bailar.

Salió el sol y mi perra salvaje se fué a correr por la playa en busca del mar, que decidió irse con la luna y dejarnos la bahía para los peces con piernas.
Y recordé que lo importante era frenar y descalzarse, no tirarse al agua con zapatos puestos.







- Visitas -



Decidí aceptar estas fiestas de luces antinaturales de la manera mas natural, como el calendario gregoriano y la contaminación de aguas: Haciendo lo que me sale del coño.
Quiero decir, entendiéndolas desde el principio, leyendo y escuchando distintas tradiciones culturales a lo largo de la historia.

El miércoles, sentada viendo la obra de los pequeños zanahorios sobre el origen la navidad cristiana entendí que la mayoría no sabría que los tres magos son los que a mi me dejan regalos cada cinco de enero, pero tampoco sabrían el por qué de Santa vestido de rojo, ni de las navidades impuestas sin explicación.

-¿Pero por qué no puedo comer chocolate?
-Porque Santa te está viendo y tienes que portarte bien.
-¿Pero por qué no puedo quedarme en casa si mi cuerpo me pide calma y oscuridad?
- Por que hay que celebrar, hay que juntarse, hay que sonreir, hay que, hay que, hay que.... que los reyes te están viendo! que la familia te va a crucificar!

Resulta que el solsticio de invierno se produce ahora, alargando las lunas y acortando la luz del sol. El invierno nos abraza y el descenso a la oscuridad, reflexión y crecimiento interior se acerca a nosotras para darnos fuerza y salir en primavera renovadas, preparadas para disfrutar del sol, sembrar-recoger energías y alimentos para volver a la oscuridad del invierno.

Un día, en el pasado, comencé a entender la vida por ciclos lunares, a saber que hay momentos idóneos para esto o para lo otro. Mi calendario gregoriano pasó a ser un complemento para no perder el norte, porque todo cambio lleva su aprendizaje y yo soy de las lentas.
Comprendí también que los mares que salen en la tele y en las fotos no son los que realmente hay, que están mas sucios y que es puro reflejo de nosotras mismas. Somos agua, y tal y cómo tenemos de limpia el agua terrestre así tenemos nuestros adentros. Debemos hacer el ejercicio de limpiar nuestras aguas, por dentro y por fuera.
Cuando entendí la importancia de los solsticios y los equinoccios fue cuando empecé a retroceder en el tiempo, a conocer culturas y a buscar en nuestros orígenes. Necesitaba entender y darle un valor verdadero a la palabra familia, a la cercanía, al calor humano. Vino todo de la mano. Como mujer a día de hoy celebro el descenso a la oscuridad y al frío invierno en este hemisferio y celebro mi propio descenso interior que necesita mimos, calma y de historias contadas alrededor de la chimenea. ¿que prefieren contar historias acerca de la navidad cristiana? Pues me sentaré a escucharlas, yo lo único que quiero es que suceda ese momento y ahí es cuando de verdad disfrutaré de unas fechas "tan señaladas".

Feliz solsticio de invierno.

- Confesiones en la cocina -






No sé que pasa, mamá, que últimamente no oigo cuando levantas la voz y nos avisas -reiteradamente- que es la hora de cenar y que tenemos que poner la mesa.

¿Has dejado de gritar o de hacer la cena?
Porque yo tengo hambre y no me apetece hacerme nada para cenar, seguro que ha sobrado algo de lo has preparado y no has dicho ni mú.