Sensaciones














































































Lo primero que siento es angustia, me pongo a llorar como una niña chica en cuanto no me miran, al estilo de lo mas desconsolada posible sin que nadie pueda hacer nada al respecto.

Lo segundo es tomarme alguna droga legal para engañar a mi cabeza, aliviar el dolor y poder salir corriendo a algún medico que me atienda. No soy mucho de médicos, pero de momento para esto no tengo otra alternativa.

La última vez que me pasó, hará 4 meses estaba lejos, sola y agobiada. Cogí las llaves y paseé hasta el hospital cerca de las tres de la madrugada. Hacia bueno y pensé en eso, ir en cuanto antes a que me medicasen y me quitasen el dolor infernal. Aquella noche estaba asustadísima, porque, llevo años menstruando y es parte de mi, pero esa sangre no era lo normal. Acabé conversando con el personal del hospital como la que baja a la frutería a echar la mañana. Me enchufaron por vena por primera vez en mi vida y me retuvieron entre tres paredes y una cortina más tiempo del que me hubiese gustado, pero me lo tomé como mi "hora de aventuras" personal.


Esta vez no ha sido tan épico, pero he pasado las mismas fases, con la diferencia que, ahora, sentada en el váter blasfemando contra el escozor todo me recuerda a aquella última aventura por tierras oscenses.
La cama está llena de libros, papeles con apuntes de visitas, románico, Elmer, Ramón Acín, mapas y alguna que otra foto (quería encontrar los resultados médicos de aquella batallita para llevarlos a la consulta); suena en la tele el millonario, con las respuestas que ya me sé porque lo veía todos los días antes de ir a trabajar. De hecho, siempre hablaba apurada con la tele porque me quedaban cinco minutos para llegar al lugar donde me recogían para ir a trabajar y al final daba igual, porque allí viven con tranquilidad y todo está cerquita, así que conseguía ver el final del programa y llegar a tiempo a dicho lugar; y hace esa temperatura de ni frío ni calor pero mejor una chaquetita en la mano y el paraguas en la mano.

Y es que, no hay nada mejor que tomarse una experiencia dolorosa como algo especial en un momento y en una ciudad tan especiales, para que a la siguiente vez que pase (como me está pasando ahora) haga que me teletransporte hasta allí.

 Ahora seguro que sigue todo igual pero con hojas en el suelo de los parques, y los patitos que habían nacido en primavera, si sobrevivieron, serán grandotes. Y la lluvia otoñal seguro que pinta diferente a la ciudad. La de primavera era divertida hasta que venía el cierzo y nos jodía los oídos.

:D




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